Las malas noticias del mundo exterior son las buenas
noticias de la Ciudad Pequeña.
En las plazas se comentan las catástrofes, los
sismos, las historias truculentas extraídas de los módicos relatos de la prensa
local. Las especies nunca se cotejan con
versiones publicadas en diarios de mayor circulación exceptuando los
domingos, pero entonces prevalecen las
lecturas del suplemento dedicado a la vida familiar.
— Qué
afortunados somos, estas cosas acá nunca pasan—se congratula el
farmacéutico.
— Es como
vivir en una isla—asiente con alivio el contador.
Sólo algunas noches ciertos jóvenes reparan con
nostalgia en otras cosas que nunca
suceden en la Ciudad Pequeña.
Pero enseguida se les pasa, en cuanto crecen y
comienzan también ellos a leer con fruición las crónicas convulsas de la
tierra, las gacetillas con la hora de concierto de la Banda de Música
Municipal.
ni siquiera suele advertirse la pericia de la narradora haciendo cirugía fina en el nódulo carnoso de los monótonos ciclos ancestrales...claro, si no hubo otro acontecimiento, la vuelta al perro sigue siendo la tormenta emotiva de cada domingo...gracias por esto...
ResponderEliminarJorge Garaventa